Un miércoles de mayo por la mañana, visitando a una imprenta con la que habíamos empezado a trabajar hacía escasas semanas, entró un chico por la puerta, con un trozo de libreta en la mano. El chico, dirigiéndose a José Antonio (el dueño de la imprenta), empezó a contar que se dedica a la fisioterapia, que quería abrir su propia clínica, y que necesitaba que le diseñasen un logotipo y unas tarjetas.
Este chico, era Diego.
Riéndose, José le dijo que le parecía genial, pero que eso era una imprenta y él no tenía ni papa de hacer logos, que contratase un diseñador. Tomándolo casi como una invitación, César, uno de nuestros creativos que se convirtió por un momento en el mejor comercial que hemos tenido, abordó a Diego. El resto, te lo puedes imaginar.